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lunes, 20 de diciembre de 2010

El papa ; hay que reparar la injusticia cometida con los abusos de sexo .

«Debemos preguntarnos qué es lo que había de equivocado en nuestro modo de entender el cristianismo», dice Benedicto XVI durante su discurso de Navidad a la Curia vaticana

EFE
El Papa, durante el acto de felicitación de las fiestas navideñas ante la Curia Romana
Cuando casi nadie lo esperaba, el Papa ha dedicado este lunes la parte más destacada de su discurso de Navidad a la Curia vaticana a urgir la reparación de la injusticia de los abusos sexuales cometidos «en una dimensión inimaginable». Benedicto XVI ha pedido un profundo examen de conciencia, actos de penitencia y ayuda a las víctimas. Al mismo tiempo, ha renovado la alarma ante tres gigantescos desastres a los que el mundo contemporáneo parece acostumbrarse: el mercado de pornografía infantil, el turismo sexual y el tráfico de droga, «que extiende sus tentáculos en torno a todo el globo terráqueo».
La felicitación de Navidad a la Curia vaticana incluye siempre un balance de los principales acontecimientos del año y de la situación del mundo. En esta ocasión, el Papa comenzó recordando el Año Sacerdotal «desarrollado de una forma tan diferente a lo que esperábamos» al «descubrir, en una dimensión para nosotros inimaginable, los abusos contra menores cometidos por sacerdotes».
Benedicto XVI invitó a «acoger esta humillación como una exhortación a la verdad y una llamada a la renovación». En concreto, el Papa exhortó a «interrogarnos sobre lo que podemos hacer para reparar lo más posible la injusticia que ha tenido lugar». Al mismo tiempo, «debemos preguntarnos qué es lo que había de equivocado en nuestro anuncio, en nuestro modo de entender el cristianismo para que haya podido suceder algo así».
Con gran sencillez, el Santo Padre invitó a hacer penitencia y a «esforzarnos al máximo en la preparación al sacerdocio para que una cosa de este tipo no vuelva a suceder jamás». Siguiendo una línea iniciada en el viaje al Reino Unido, el Papa dio las gracias «a todos los que se esfuerzan por ayudar a las víctimas y por devolverles la confianza en la Iglesia».
En un tono muy personal, Benedicto XVI comentó que «en mis encuentros con las víctimas de este pecado he encontrado siempre personas que, con gran dedicación, acompañan a quien sufre y a quien ha sufrido daño». El pasado mes de septiembre, el Papa invitó a los obispos británicos a aprovechar la experiencia adquirida en el acercamiento y ayuda a las victimas de sacerdotes, que son una parte pequeña del total, para dar un paso más: ofrecer apoyo a todas las víctimas de abusos sexuales en la sociedad, del mismo modo que la Iglesia ayuda a las personas sin casa, a quien no tiene para comer o a muchachas explotadas por las redes de prostitución forzada.
Al tiempo que elogiaba a quienes ayudan a las víctimas de abusos, el Santo Padre dio las gracias «a tantos buenos sacerdotes que, en medio de esta devastación, transmiten con humildad y fidelidad la bondad del Señor, dando testimonia de la belleza no perdida del sacerdocio».
«Perversión de la ética»
Pero esta vez, el Papa fue más allá advirtiendo que «la conciencia de la particular gravedad del este pecado cometido por sacerdotes y de nuestra consecuente responsabilidad» no debe llevarnos a callar sobre otros problemas graves. Concretamente, el mercado de pornografía infantil, que causa «devastación psicológica a los niños», el escándalo del turismo sexual «que amenaza a toda una generación» en muchos países del Tercer Mundo, y «el problema de la droga, que extiende con fuerza creciente sus tentáculos de pulpo en torno a todo el globo terráqueo».
Tras enumerar esas grandes lacras, el Papa abordó un análisis de «sus fundamentos ideológicos». Entre ellos mencionó que «en los años setenta la pedofilia se consideraba como algo conforme al hombre e incluso al niño». Esa actitud «era parte de una perversión de la ética» en la que incluyó las teorías morales proporcionalistas y consecuencialistas, que oscurecían el concepto cristiano de bien y mal objetivos. Como remedio todavía necesario, Benedicto XVI invitó a releer la encíclica «Veritatis splendor» publicada por Juan Pablo II en 1993, «que debe volver de nuevo al centro como camino para formar la conciencia».
Entre los grandes acontecimientos del 2010, el Papa cito el Sínodo de Oriente Medio, el viaje al Reino Unido y la beatificación del cardenal John Henry Newman. Hacia el final de su discurso, Benedicto XVI lamentó que, por falta de tiempo, «debo renunciar a hablar de viajes muy significativos a Malta, Portugal y España». Aún así afirmó que «en ellos se hizo de nuevo visible que la fe no es una cosa del pasado sino un encuentro con Dios que vive y actúa ahora».

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