Hay que tener la cara bien dura para hacer lo que ha hecho Jean Claude Duvalier: llegar casi sorpresiva e intempestivamente a Puerto Príncipe, acompañado de su actual mujer, inclinarse a besar la tierra haitiana al descender del avión de Air France, evocar la figura de un héroe de la independencia, instalarse en un hotel de lujo y decir a la prensa: “He venido a ayudar”.
Todo ello cuando aún Haití no ha podido levantarse del fuerte golpe del terremoto ocurrido hace un año que causó más de 200 mil muertos, y la destrucción de decenas de miles de viviendas, lo que ha obligado a la población a vivir, en condiciones bien trágicas en tiendas de campaña, y recientemente enfrentar una epidemia de cólera que suma más muertos.
En medio de tal panorama, a lo que se une una tensa e incierta situación política y social, la presencia de Jean Claude Duvalier en Haití es ofensiva, provocadora e inmoral. Es una carta jugada por quienes tratan de echarle más leña al fuego ya existente.
Desde hace un cuarto de siglo “Baby Doc”, quien siguiendo el ejemplo de Francois Duvalier, “Papa Doc”, ordenó al cuerpo paramilitar de los “ton-ton-maoutes”, durante sus quince años de desgobierno, asesinar a decenas de miles de opositores y, simultáneamente, emprender el saqueo del Tesoro de Haití -llevándose del país centenares de millones de dólares-con los cuales ha logrado vivir en Francia como un rey o como un famoso artista de cine, la mayor parte del tiempo en lujosas mansiones en la Costa Azul, también conocida como la Riviera francesa. Lujos y placeres no le han faltado a este criminal y ladrón.
Tanto los gobiernos de Estados Unidos como los de Francia, que desde hace muchos años sostienen ser defensores de los derechos humanos, están entre los responsables de que “Baby Doc” haya disfrutado de tales lujos y placeres. Recordemos que cuando en 1986, el pueblo haitiano se lanzó a las calles y repudió al gobierno de Jean Claude, un avión de la Fuerza Aérea de EE.UU. lo sacó de Puerto Príncipe y lo llevó a Francia, cuyo gobierno no puso reparos en recibirlo y darle refugio, no obstante su sucio e inmoral expediente político y humano.
En 25 años en Francia “Baby Doc” no fue tocado ni con el pétalo de una rosa. Ha tenido absoluta libertad de movimiento. Cada año se le ha renovado su permiso de residencia. Los cuerpos policiacos franceses han recibido instrucciones de adoptar medidas para la seguridad personal del ex dictador. Se podía desplazar por todo el país e incluso salir y entrar por vía áerea, marítima o terrestre. Su sorpresivo viaje a Haití es una confirmación de ello.
La presencia de “Baby Doc” en Haití no ha sido censurada ni por Estados Unidos ni por Francia. La declaración oficial de Washington es que le ha sorprendido. La de París dándole un consejo: que no distraiga el proceso electoral ni a los actores políticos haitianos.
No está claro aún que pretende hacer “Baby Doc” en Haití. La mujer ha declarado que añoraba sentarse en una mesa y comer los platos típicos haitianos. Pero siempre detrás de los gestos del ex dictador ha habido siempre algo engañoso y tenebroso. Como lo que hacía cuando desgobernaba a Haití, y de vez en cuando, se trasladaba a los barrios más humildes, y desde su automóvil blindado lanzaba algunos fajos de billetes a la multitud. Repartía una mínima parte del dinero que robaba al Tesoro y, a la vez, pretendía hacer cómplice de tal robo al pueblo más humilde.
Duvalier, en fin, es una desgracia más que se suma a las muchas que ya tiene el sufrido pueblo haitiano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario