Recuperado -o no- de la noticia de haber sido distinguido con el Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa ha vuelto a su rutina: comenzar el semestre literario que tenía comprometido con la prestigiosa Universidad de Princeton (Nueva Jersey) mucho antes de que su vida se viera ascendida a las primeras páginas. En la preparación de esas clases trabajaba cuando le comunicaron la concesión del galardón la semana pasada.
Así que este lunes por la mañana ha acudido puntual a sus horas de tutoría y ha recibido, intentando ignorar el éxito, a sus alumnos. No ha sido posible. Todo eran felicitaciones e incluso algún curioso regalo por parte de una joven mexicana: un hipopótamo de peluche, animal por el que el escritor siente curisosa predilección.
Poco más de 20 jóvenes -la mayoría estadounidenses pero también latinoamericanos, todos con un "excelente nivel de español", según el propio Vargas Llosa- han asistido al primer día de escuela. María Julia Gutiérrez, mexicana en su primer año de universidad en Princeton, explica que su familia sigue sorprendida por el hecho de que vaya a tomar clases con tan distinguido autor. "Sin duda es algo que marcará mi paso por Princeton y algo que jamás olvidaré".
El escritor peruano tiene por delante seis meses de enseñar la técnica en la novela y lo hará a través del libro de Alejo Carpentier El reino de este mundo, dentro del Programa de Estudios Latinoamericanos.
En pocos minutos, Vargas Llosa se reunirá con otros premios Nobel que forman parte de la comunidad lectiva de Princeton, una de las ocho universidades de la Ivy League y de las cuatro más antiguas de Estados Unidos (1746).
El día de Vargas Llosa concluirá como tenía previsto hace meses, con un discurso que debía ser la apertura del curso académico de Princeton. Pero habrá sido uno muy distinto al que imaginó cuando todavía no era Nobel de Literatura 2010.
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